Mariñán entre los pazos gallegos
Con el término "Pazo" se designa de manera genérica las casas grandes gallegas en el campo. Edificaciones que cuentan normalmente con aspectos heráldicos y santuarios superiores al promedio. Sin embargo este término, que deriva del latín "palatíum" resulta a veces ambiguo e indeterminado. "Pazo" es un vocablo de uso tardío y su consolidación se debe al empleo que del mismo hacen escritores como la condesa Pardo Bazán, Valle-Inclán y Otero Pedrayo, entre otros. En la literatura gallega del XIX, el tema de la vida y decadencia de los pazos se hace frecuente.
Los orígenes del Pazo de Mariñán se sitúan a mediados del siglo XV, en una defensa mandada construir por Gómez Pérez de las Mariñas, noble caballero de la corte de Juan II, que participó de una manera activa en las luchas Irmandiñas. Gómez Pérez das Mariñas se autotituló "Señor de las Mariñas, de Mesía y de Moscoso". La construcción inicial se conoce cómo "de Bergondo", no de Mariñán.
El Pazo y sus jardines son conjunto histórico-artístico y monumental por Real Decreto del 5 de octubre de 1972. Entre 1972 y 1975 la Diputación Provincial promueve las obras de reconstrucción y ampliación con una nueva ala residencial.
En la actualidad tiene tres usos: actos institucionales, centro de cursos y museo del propio Pazo, reuniendo buena parte de la colección artística de la Diputación.
Los linajes de Mariñán
El investigador coruñés Carlos Martínez Barbeito fue el gran estudioso y autor de "Torres Pazos y Linajes de los Pazos Gallegos". Por él sabemos que Mariñán desde Gómez Pérez das Mariñas va heredándose de padres a hijos. Es una línea genealógica que, sin rupturas, desemboca en Don Gerardo Bermúdez de Castro y Suárez de Deza, señor de Láncara. En su sangre confluyen buena parte de los grandes linajes gallegos: las casas de Traba, Altamira, Leemos, Luis de Pimentel y Sotomayor, tristemente conocido ya que intentó asesinar a su misma esposa, Inés de Ribadeneyra, en las dependencias del pazo .... Hueca, Sarmiento, Ulloa, Suárez de Deza, Osorio, Láncara....
El último propietario, don Gerardo Bermúdez de Castro frecuenta los ambientes de la aristocracia madrileña en los que es común sustituir el apellido por el título nobiliario, de modo que fue conocido por sus coetáneos como "Gerardo Láncara". Por este motivo su posesión mariñana se denominó "Pazo de Láncara"durante varios años, nombre que aún le de el vecindario de edad más avanzada. Al morir en 1936 soltero y sin hijos, aunque tenía hermanos, legó el Pazo a la Diputación para fines sociales.
Arquitectura barroca que busca contrastes
La arquitectura del Pazo presenta en planta una estructura en "U", configuración típica de muchas de estas construcciones. La fachada principal la preside una escalinata, de las denominadas "imperiales". En su parte baja dos esculturas en piedra representan a dos sirvientes en actitud de recibir a la persona recién llegada. Al subir por ella la persona visitante accede a la sala de entrada que hace de recibidor y distribuidor a las demás dependencias.
La fachada posterior merece una especial atención. La domina una amplia terraza con balaustradas graníticas y una curiosa organización de accesos, pues intercala tramos quebrados en ángulo, rematados con esculturas de vasos, fuentes y canales para juegos de agua. Todo esto realizado en granito gallego y con similar inspiración a algunas grandes escalinatas barrocas de Compostela.
Aunque las escalinatas de Mariñán evocan para muchos la arquitectura palacial italiana, quizás estemos perante una creación de Fernando de Casas Novoa, autor de la fachada del Obradoiro en la catedral de Santiago.
La terraza es la solana que, como su nombre indica es el sitio destinado a tomar el sol. Esto explica la existencia de bancos en la pared. Unas puertas dan al interior, que comunican con el antiguo comedor, de manera que si el tiempo acompañaba se convertía en una prolongación de las dependencias interiores. Actúa como nexo de unión con esa otra sala de estar al aire libre que es el jardín.
En el interior destaca el gran hogar; cocina y lugar de encuentro de los sirvientes de la casa, además de calentar el comedor y los aposentos de los señores. No dejaremos de ver el tiro de la chimenea.
La horizontalidad imperante en los pazos gallegos se ve rota únicamente por la torre y la chimenea. Las grandes dimensiones se explican en parte por la tendencia del Barroco a buscar efectos sorpresa y sensación de inestabilidad, que se traducen en colocar grandes volúmenes en las partes altas de los edificios.
El vestíbulo es la entrada a la parte noble. En esta zona los suelos serían de madera de castaño, roble o pino. En otras zonas se usaría la piedra, como es el caso del hogar; en tierra, quedaban las bodegas, las despensas, los establos y otras estancias de la planta inferior.
La capilla puede tener una primitiva fundación con la segunda hija de Gómez Pérez de las Mariñas, doña Constanza, que heredó esta casa. Sin embargo en el siglo XVIII, dentro de las pautas estilísticas del Barroco, se llevó a cabo una reforma absoluta. La fachada, con campanario y pináculos rematados en bolas, es propia de ese siglo. Contrariamente el retablo nos adentra en el racionalismo neoclasicista.
Tal como indica el refrán popular "Palomar, capilla y ciprés, pazo es". La capilla es un elemento casi obligado, ya sea pegada al edificio principal o independiente. En el caso de Mariñán es de gran tamaño y dispone de dos puertas; una en la parte superior por la que accedían dueños y allegados al pequeño coro o tribuna, y otra en la planta baja, formando ángulo recto con la fachada principal de la casa, por la que entraban el resto de asistentes al culto. Además de cumplir su función religiosa era, al igual que en otros pazos, un nexo de unión entre los dueños y los vecinos de los alrededores.
No se pueden pasar por alto las cuatro espléndidas tallas del retablo, atribuidas a José Gambino, compostelano hijo y nieto de italianos, formado con Casas Novoa y con el portugués Almeida. Su abuelo, probablemente, habría sido un escultor de la escuela florentina afincado en Génova. La obra de este artista, situada entre las más prestigiosas de la escultura del siglo XVIII, fue continuada por su yerno José Ferreiro.
La colección artística: tolerante encuentro entre el pasado y la contemporaniedad
El Pazo, desde los años de su rehabilitación, 1975, trata de ambientarse con muebles y objetos artísticos. Así es que reúne una significativa pinacoteca, mayoritariamente de autores gallegos, verdadera antología sobre todo del siglo XIX a nuestros días. Así es que por sus dependencias se reparten obras de autores novecentistas, modernistas y renovadores.
Entre las obras más antiguas destaca una tabla de estilo flamenco procedente del Hospital de Peregrinos en Compostela, actualmente Hostal dos Reis Católicos. Se trata de un frontal del siglo XVI, atribuido a Francisco Gallego.
Es notable la colección de obras de pintores del XIX, de inspiración romántica, de temática historicista o costumbrista como Modesto Brocos, Román Navarro, Dionisio Fierros, Jenaro Carrero, Ovidio Murguía Castro, malogrado pintor hijo de Rosalía Castro... algunos de ellos maestros o conocidos del niño Pablo Ruiz Picasso en sus años de estudio en A Coruña. Del siglo XX, en esa apertura a las búsquedas, a los "ísmos" merece destacar la obra de Villafinez, Alvarez de Sotomayor, LLoréns, Seijo Rojizo, Juan Luis, de José María Viruta, Fernández Sánchez, Isaac Díaz Pardo, entre otros.
También están representados destacados pintores no gallegos como Ángel Andrade, Rafael Torre o Tomás Moragas, con cuadros cedidos en depósito por el Museo del Prado, que lograron merecidos premios en las Exposiciones Nacionales de Arte.
El mobiliario, aunque tiene piezas anteriores, es fundamentalmente del siglo XIX. Existen también otros complementos ornamentales, tallas, porcelanas, trabajos tradicionales de la provincia, carruajes de época, etc. que tratan de acercarnos a una especie de convivencia tolerante de sensibilidades estéticas representativas de las diversas generaciones que contribuyeron a dibujar ese conjunto, ese continente y contenido que es el pazo
El paisaje mariñano: el jardín, el bosque...
Los pazos son producto de la hidalguía, una clase que busca emular a la alta aristocracia en su forma de vida. Un elemento de prestigio es el jardín. En estos conjuntos se armonizan en la ornamentación varios mundos: el de la piedra, el del agua y el de las plantas.
En Mariñán la arquitectura se complementa con el paisaje típico de la marina que se abre a la ría de Betanzos, formada por el río Mandeo. Parajes que ofrecen marcados contrastes verdes y reflejos que supo captar el pintor impresionista Lloréns.
El jardín se divide en tres zonas: ornamental, hortícola y el arboledo. Unos y otros reflejan las distintas formas de aprovechar el terreno. En principio era copia del jardín hortícola monacal.
El jardín fue trazado a comienzos del siglo XIX por un jardinero francés, tomando como base lo que ya existía, mucho más sencillo. Respeto de la autoría del diseño es posible que su autor fuera Mathias Tiebe, que en la misma época se hizo cargo de la reforma de los jardines de los pazos de la Ribeira y Vilasuso en el ayuntamiento de Carral.
La labor de introducción de especies convierte a estos espacios de vegetación prácticamente en pequeños jardines botánicos y al mismo tiempo en depositarios de la flora y la sensibilidad ornamental gallega. Esto explica también la tradición de considerar que fue aquí donde se plantaron los primeros eucaliptos de Europa, enviados por el obispo gallego, natural de Tui, fray Rosendo Salvado, que ocupaba la diócese de Nueva Nursia en Australia.
Las especies decorativas componen el grupo más numeroso y llamativo, con gran diversidad y monumentalidade destacando el abeto del Cáucaso, los bojes, los tejos, el ciprés de Lawson... etc.
En el jardín hay un pequeño embarcadero que además de ser utilizado como lugar de ocio servía a señores y sirvientes del pazo para atravesar la ría antes de la construcción del puente del Pedrido. A partir de 1997 se crea el "jardín de la palabra" , en el que ilustres visitantes plantan un árbol y a su pie dejan para el futuro un mensaje.
El pazo está situado en el ayuntamiento de Bergondo, famoso también por las sagas de célebres familias de orfebres que salieron de estas tierras. Este es el corazón de la comarca de las Mariñas, llamadas también "Mariñas dos Condes" en referencia a los condes de Traba y Andrade, de gran actividad entre Betanzos y Pontedeume, núcleos que obligadamente debe conocer el visitante de Mariñán.
Según García Pita el término "Bergondo" tendría un origen celta o germánica. En el primer caso haría referencia al rey Brigo y en el segundo a una elevación montañosa o "Berg". En el siglo XIII se cita cómo "Burgundíum".
Hay que destacar en este ayuntamiento la presencia del monasterio benedictino de San Salvador de Bergondo, del siglo XII. Los acogedores ayuntamientos de Sada y Oleiros, con sus playas y pazos no están lejos, son también una recomendable visita desde el pazo de Mariñán. Al igual que A Coruña o Compostela.
Dentro de la arquitectura civil de la zona hay que destacar la existencia de otros pazos como los de Armuflo y Casal (siglo XIX) o el Pazo de Baldomir en Santa María de Guísamo del siglo XVII.
Otra arquitectura que se hace necesaria citar es la ya mencionada Ponte do Pedrido, referencia principal para la persona visitante que desconoce el camino al pazo. Se construyó entre 1939 y 1942 por Eduardo Torroja y supone uno de los primeros usos del hormigón en las obras públicas gallegas.
Quien se acerque a Mariñán no debe desaprovechar la ocasión para realizar una visita por la comarca deteniéndose en las tierras de Betanzos y Pontedeume, núcleos de marcado interés histórico y artístico.
Destacando en Betanzos las iglesias medievales de Santa María do Azogue, de interesante retablo flamenco; la iglesia de Santiago; San Francisco, auténtico museo funerario por sus destacadas tumbas, entre ellas la del caballero Fernán Pérez de Andrade; el Museo de las Mariñas; el modernista jardín enciclopédico, curiosa obra "kitch" realizado por los filántropos hermanos García Naveira y las balconadas, tabernas y mesones en los que se hace necesario degustar el suave vino y los embutidos que desde siempre dieron fama a Betanzos. El itinerario puede ampliarse conociendo restos de todo tiempo en los vecinos ayuntamientos de Cesuras, Oza, Coirós, Irixoa...el monte sagrado de la Espenuca domina el paisaje sorprendente de Chelo y los Caneiros en las orillas del Mandeo.
Otra ruta obligada es dirigirse a Pontedeume, pasando por Miño, Perbes, con primitivas iglesias románicas como San Xoán de Vilanova, la del monte Breamo, Centroña y el mar de la Marola.. Para entrar en Pontedeume, conjunto presidido por las obras de los Andrade, la torre, el puente con sus símbolos en piedra, el verrón y el oso .... En el paseo bajo sus casas de soportales, con balconadas y galerías es una permanente invitación a degustar en sus mesones su buena gastronomía. Ese itinerario puede prolongarse a visitar las Fragas do Eume, con el Monasterio de Caaveiro, el Monasterio de Monfero, o continuar a Cabanas, A Capela, la hermosa ría de Ares, con Redes, Mugardos, entrando en Ferrolterra... encrucijada de caminos que nos introducen en As Pontes o nos llevan al santuario de Teixido y Bares.
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